sábado, 23 de enero de 2010

Todo empezó mas o menos normal. Entre en la casa y mamá estaba parada en el living. Una de las empleadas la dirigía hacia mí. “mira quien es!”, tratando de sacarle una reacción a mi llegada. Como siempre, estaba más ocupada con la confusión de tener una mujer empujándola que con cualquier reconocimiento de mí. Pero la ignoramos y a acercarme y lentamente abrazarla, se relaja la cabeza en mi hombro y ahí tengo todo el reconocimiento que quiero.

De ahí es todo miradas de ternura y los bailecitos que hace cuando la canturreo. Se la ve de buen humor y bastante energética, caminando de aquí para allá y investigando cosas en la mesada de la cocina. Eso comparado con los últimos 6 meses es mucha actividad. Entonces aprovecho y la saco a pasear por el barrio.

En sacarla corro el riesgo de mortificar los vecinos. Parece una víctima de violencia domestica. Hace una semana y media atrás, se cayó en la madrugada. Nadie se dio cuenta hasta la mañana siguiente cuando gradualmente se le formó una hinchazón negra y azul por el ojo y un chichón como una ciruela por la cabeza. Ella no daba ninguna indicación de estar dolida o afectada por el incidente. Pero su aspecto era lo de un boxeador que acaba de ganarse un título. Sonreía, bailaba y nos miraba, un ojo cerrado bajo la hinchazón, como decir “que están mirando?” Fue suficiente para hacerme llorar por primera vez ante las empleadas de la casa. Me escondí por detrás de una pared para que ella no me vea pero era obvio.

Llamé a Kaiser y me dieron un médico de turno por teléfono. Le expliqué lo que paso y dijo que sin hacerla un TAC de la cabeza, no se puede saber si tiene hemorragia en el cerebro o no. Le sentí un acento ruso y tenía una actitud apropiadamente fatalista al respecto a su condición que me gustó. Entendió que no la íbamos a traer a ninguna sala de emergencia ni a poder conseguir que se quede quieta dentro de ninguna maquina de TAC. Y sabía que aun si le sangraba por dentro del cerebro, no le íbamos a perforar el cráneo para corregirlo. Me dijo que teníamos que esperar y observarla nada más. Que una persona con hemorragia grave puede parecer normal por 12-24 horas antes de morirse. Y si no la encontraremos muerta a la mañana siguiente, significa que está todo bien. Las empleadas pidieron que me encargue de la casa unos 20 minutos y se encerraron en un cuarto para rezar. Yo me quede hasta muy tarde, tocándola el piano.

Obviamente no se murió pero ahora, 10 días después, me parece que el golpe le sacudió el cerebro en vez de dañarlo. Hoy esta totalmente cambiada. Camina rápida y le interesan objetos en el suelo y los levanta y los tiene en la mano. Esta tratando de comunicar conmigo. No se le entiende ningún concepto claro pero comienza las frases bien y con determinación aunque nunca termina un idea. Todo me parece bárbaro y me hace bien tener un poco más de ella que para visitar. El tiempo junto se siente interactiva de nuevo. Reacciona a cosas que le digo y esta generalmente mas presente. Hubo un momento hace mas que un año en que le encantaba juntar piedras lindas del suelo. Y ahora se para a mirar una bellota en el camino. La levanto y se la doy, diciendo que son lindos y que las ardillas las juntan y las comen. La levanta a su boca y la toca con la lengua. “No no! No es comida para nosotros. Yucky.” Pobrecita, la confundí.

Caminamos un poco mas y cuando cree que no le estoy mirando, saca la bellota de su bolsillo y la lama de nuevo. “No! Yucky. Nos hace mal eso. No es para comer.” La mete en la bolsilla y mira por el otro lado. Un par de pasos mas y la mete en la boca completamente. “No!” le digo una vez más. La guarda en el bolsillo rapidito y ahí no mas se la saco y la tiro por el jardín de un vecino. Esto nunca le he visto hacer.

Hoy traje todo el equipo para hacerla otra foto de la sería que he abandonado últimamente. Pensaba que sus moretones hubieran aclarado más. En realidad fueron derritiendo por toda la cara. Ahora los ojos se abren bien y tienen poco coloración pero el resto de su cara, las cachetas y frente y pera tienen un feo color amarillo-verde y el chichón esta mas prominente que nunca. Pero es el primer dia de sol en semanas y tengo muchas ganas de hacer una foto. La llevo al jardín conmigo, empiezo de armar todo mientras ella pasea por un lado a otro, siempre manteniendo un diámetro de unos dos metros de mí. Cuando esta todo listo, no la puedo convencer sentar en el banquillo en que tengo el aparato enfocado. Por primera vez desde que la mudamos a esta casa, tengo la sensación de querer algo de ella. Y que no hay manera que hacerla entender que es. Me da odio irracional. La nueva mamá ha recuperada su aspecto terco y rebelde y realmente esta disfrutando de no hacer lo que le pido. Me surge una ansiedad y urgencia que evoca épocas muy difíciles con ella. De trabajar 30 minutos para poder meterla bajo la ducha en que apenas se mojaba antes salir de nuevo, mugrienta y apeste. Hoy quiero solo una foto y para eso solo tiene que sentarse en un banquillo en el sol de la tarde de un lindo día en el jardín. Imagino que las empleadas nos están mirando de la ventana y pensando que estoy abusando de ella. Ser fotógrafo es ser parásito a veces. La ofrezco chocolates. Las come paradita al lado del banquillo. Me rindo y saco unas fotos de su espalda, fuera de foco. En un ultimo intento, pongo la camera con reloj, dándome 15 segundos para ver si se sentará al lado mio. El resultado habla por si mismo.